
Me encuentro en un lugar que parece mi colegio de infancia, camino por los pasadizos, al parecer estoy en medio de un día de clases.
Salgo del edificio, me voy alejando, y veo a lo lejos el paisaje de la costa verde. Lima se manifiesta a través del mar.
Bajando por una de las escaleras que conectan el colegio con el malecón, me voy acercando a la playa. La luz es cálida, amarilla y muy intensa. De a pocos puedo divisar un pedestal o gran base donde se encuentra una mujer desnuda. Alrededor de ella hay un grupo de gente dibujando y un profesor que va explicando paso a paso como dibujar la figura humana. Miguel, uno de los profesores más queridos que tuviera en la universidad, es quien explica cuidadosamente los pasos a seguir sus alumnos. De pronto se da cuenta que yo estoy ahí, le intento hablar, él me mira con cariño, sonríe dulcemente y comienza a caminar. Yo lo sigo y le pregunto ¿cómo está? Él sigue caminando muy rápido y se aleja de mi en dirección al colegio, trato de alcanzarlo pero su rápido caminar lo aleja de mí y desaparece entre las escaleras de subida al malecón.
Corro y subo las escaleras y llego al colegio, entro a mi clase y le digo a todos que Miguel está bien, que está tranquilo, que está en paz.
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