
Una mudanza no es un hecho ajeno a ningún ser humano. Nos mudamos en diversas circunstancias: de niños con nuestros padres, de grandes a nuestra propia casa solos o con nuestra pareja, nos mudamos al viajar y quién sabe si seguimos “en movimiento” y mudándonos todo el tiempo en nuestras mentes.
Mudarse es un enfrentamiento con uno mismo, te enfrenta a un proceso, al pasado, al presente y a lo que vendrá en el futuro.
En pleno proceso de pronto te ves envuelto en el espacio que dejas y empaquetando tu vida te rodeas de todos los objetos que la conforman. Ahí están los sueños, las alegrías, las tristezas, la esperanza, el amor, la familia. Toda la memorabilia que ha ido construyendo tu identidad, día tras día, año tras año. Uno carga con todas esas cajas aún así no las lleve consigo.
Por otro lado una mudanza es un inicio, un momento para detenerse, revisar y comenzar.
Una vez entregados al nuevo espacio, llega el momento de ordenar, abres los objetos empaquetados y los dispones en el nuevo lugar. Pero sabes que esta experiencia es nueva, y deberás acomodarte. Tal vez encuentres nuevos objetos que te acompañen, tal vez cambies de ubicación algunos, te permitirás el tiempo adecuado para jugar, para probar y adecuarte a este nuevo espacio.
Una vez dispuesto lo básico en el nuevo lugar los amigos te visitarán, y tu los engreirás y en ese proceso seguirás transformando el espacio, apropiándote de él, haciéndolo tuyo día tras día.

1 comment:
Me encanta la poesía que escribes mientras vives
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